¿BRUJERÍA O MATEMÁTICAS?
Rebière contaba que el zar Iván IV, conocido como el Terrible, propuso una vez un problema a un geómetra de su corte.
Este problema era determinar cuántos ladrillos se necesitarían para la construcción de un edificio ordinario, cuyas dimensiones eran conocidas.
La respuesta fue rápida, y se llegó después de la construcción, a demostrar la exactitud de los cálculos. Iván, impresionado con este hecho, mandó quemar al matemático, convencido que había liberado al pueblo ruso de un brujo peligroso.
El fundador del álgebra moderna, François Viète, también fue acusado de cultivar la brujería.
Así es como los historiadores narran ese curioso episodio:
Durante las guerras civiles en Francia los españoles se servían, para su correspondencia secreta, de un código en que figuraban cerca de 600 símbolos diferentes, periódicamente permutado según cierta regla que sólo los súbditos más íntimos de Felipe lo conocían. Habiendo sido, sin embargo, interceptado un despacho secreto de España, Enrique IV, rey de Francia, resolvió que el genio maravilloso de Viète descifrara el escrito. El geómetra no sólo descifró el documento capturado si no que descubrió la palabra secreta del código español.
De ese descubrimiento, los franceses sacaron incalculable ventaja durante dos años.
Cuando Felipe II supo que sus enemigos habían descubierto el secreto del código tenido como indescifrable, fue presa de gran espanto y rencor, apresurándose a llevar al Papa Gregorio XIII la denuncia que los franceses, contrariamente a la práctica de la fe cristiana, "recurrían a sortilegios diabólicos de magia y brujería", denuncia a la que el Pontífice no dio ninguna atención.
Sin embargo, es curioso el hecho que Viète, a causa de su talento matemático, fuera incluido entre los brujos y fetichistas de su tiempo.
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